sábado, 28 de marzo de 2015

Girando y girando, llega uno a Simetría


Fue hace poco menos de tres años cuando el vigués errante, más conocido como Darío Vilas, me secuestró para formar parte de un experimento de escritores que había reunido para echar más basura a las calles de Simetría —aquella isla de insidia en perpetua huelga moral—, y es ahora, en abril de 2015, cuando la locura de esa primavera ha acabado de tomar forma y se va a poder comprar en librerías.

Por aquel entonces, yo atravesaba una de mis peores rachas a nivel anímico y productivo —y sé de buena tinta que mi hermano Vilas se encontraba en una fase demasiado similar a la mía—, adaptándome a las dimensiones del cubo de basura donde habían arrojado mis esperanzas editoriales. Acababa de publicar mi primera novela, "El osito Cochambre", entrando de morros en el mercado de la literatura "profesional" —aplíquense aquí todas las comillas que el lector desee—, ese con Fnacs, distribuidoras, viajes, editoriales que quiebran y churros con chocolate en la Semana Negra de Gijón. También acababa de empezar mi tercera novela, "Gespenst", en cuya promoción me encuentro inmerso en estos momentos. Sin embargo, la mala suerte se estaba cebando con la posibilidad de sacar en buenas condiciones las otras dos obras que tenía escritas hasta ese momento, y que sin duda entonces, significaban mis cotas más altas y personales como autor. Este hecho había supuesto un frenazo en seco en mis expectativas y había provocado que comenzara a perder la ilusión por algo que nunca había sido un negocio para mí, sino una necesidad. Pero entonces llegó Darío y su panda de criminales, me convencieron sin demasiada dificultad y la pedrada que me lanzaron a la cabeza me ayudó a volver a oler mi sangre: esa que solo es feliz cuando escribo, que no entiende de raíces de género. Así que me dispuse a ser yo mismo más que nunca. O tan yo mismo como ya fui con "Grotesque", mi libro de relatos inédito.

Porque la premisa de Darío y de esa caterva de talentos y almas libres formada por Rafa Rubio (padre de la criatura junto a Vilas) y José Luis Cantos (perpetuador oficial de la especie), era tan sencilla como la ausencia total de normas. Me pringué entonces de surrealismo y de metáforas feas, me colé en el primer ferry a Simetría y me dejaron delinquir y violar el campo virgen a mi antojo. Los demás hicieron lo mismo, claro. Y así nació "Girando en Simetría", que aún tuvo que esperar unos años más para que una editorial valiente como Tyrannosaurus Books quisiera editárnosla y lanzarla al mercado —ese de Fnacs, distribuidoras, viajes, editoriales que palman y más porras que churros— sin ningún tipo de vergüenza ni, supongo, esperanzas de gustar a todo el mundo.

Porque aviso: el libro es de los que dan vergüenza y no gustan a todo el mundo. Da miedo y asco. Y arcadas y risas y amor, mucho amor. Amor a la literatura libre, a la cultura del último aviso, a la flor en el culo del cadáver que se descompone con amabilidad. Leer estas páginas es como soplar un diente de león: matas algo por mera diversión.

Y aquí está, a pesar de todo. A pesar de mí, del loco de Vilas, de la pasión de Rubio y de la obsesión de Cantos. Para que tú, lector que desconfías de todo lo que te cuentan, lo leas.

VÍDEO PROMOCIONAL

¡2 de abril en librerías!

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