Microrrelato para Semana Santa

Aprovechando que estamos en las fechas en las que estamos, hoy me apetece rescatar algo del fondo del cajón. El microrrelato que aparece a continuación fue publicado originalmente en la antología Versículos Prohibidos, de la Editorial 23 Escalones, cuando yo aún formaba parte del colectivo Nocte.

EL CUERPO DE CRISTO

Las farolas de la ciudad escupen su luz beata sobre la turba, que porta en hombros a un Jesús-hombre demasiado ensimismado en su dolor de madera. Los sofocos del gentío resbalan en la noche sevillana, extasiada por los vítores a la Gloria de quien tanto les ama y siempre les escucha.

            —¡Viva el hijo de Dios! —revienta una mujer de alborozo ante el Hijo del Creador.

            Mientras tanto, el sudor riega los tiestos de las terrazas, cayendo por el pan de oro de la carroza. La Semana Santa inunda las calles de Sevilla… incluso más allá, al otro lado del Guadalquivir, donde la ciudad se parte en dos. Y es que en la otra ribera del río también se celebra una procesión, aunque esa huele mal. A carne rota y agusanada. Allí, hordas de muertos vivientes llevan en volandas a su Jesús-zombi, que se recorta en tonos amoratados contra el crepúsculo de abril.

            —Bhuaggggggggg —se deshace en halagos una mujer podrida ante el Redivivo del Todoputrefacto.

            Desde el cielo, varios helicópteros captan las imágenes para la televisión nacional. Es curioso, pues tanto los unos como los otros, separados por la angustia milenaria del hambre y el cauce del río, portan la misma imagen divina en sus carrozas.

            Tomad mi cuerpo y comed, reza la Biblia.

            Al otro lado del Guadalquivir, siendo igual de católicos, lo llevan a rajatabla.