Entrar en esta película es enfrentarte con tu propia naturaleza. Es convertirte en testigo de un hecho que revelará algo muy jodido que intuías, pero no te atrevías a expresar. Entrar en esta película quizá no tenga vuelta atrás.
Y es que como el orondo y ególatra señor Von Trier resulta que es también un virtuoso del cinematógrafo y una persona extremadamente inteligente (y consecuentemente desequilibrada, como todo genio) ha sucedido el milagro o el atisbo de magia que consiste en hacer no una película redonda, porque no lo es, pero sí una obra equipada de moralidad ambigua y bien calzada con botas de tacos de madera dispuesta a sacudir una patada en los huevos a aquel que se atreva no a verla, que eso es muy fácil, sino a pensar en ella.
Y ojo, que no la considero la cinta más transgresora del danés, por mucho que se haya hablado sobre ello, si acaso la cinta que plantea el tema más espinoso para ciertos sectores del público, que podrán tacharla de misógina y lo harán.
Desde luego, es la más bella de su director, y una de las cintas mejor fotografiadas que haya visto en mi vida. El prólogo en sí mismo es una pequeña obra maestra que forja el equilibrio perfecto entre narración, tono, color, música, ambientación y presentación formal.
El caso es que Lars, como no quiere a sus personajes, hace con ellos lo que le sale de la claqueta, y si a eso le añadimos que suele trabajar con algunos de los actores más valientes y entregados del panorama mundial, la mezcla acaba pariendo monstruosidades indeciblemente hermosas, dolorosas y sinceras como esta.
¿Y qué es esto? pues definitivamente es una de las inmersiones más profundas que se hayan practicado jamás en busca del origen de la maldad humana. Y esa maldad, genética y filosóficamente, nace de la madre, como todo ser vivo, como todo en este mundo que pueda circunscribirse a la naturaleza.
Poco tiempo después de la muerte de su hijo, el marido (¿cuántas personas mencionarían a Dafoe entre los tres mejores actores vivos?) se convierte en el terapeuta de su mujer sin que nadie se lo pida, llevándosela a su casita del bosque para que esta pueda afrontar sus miedos, derivados de un cuadro de duelo patológico. Su duelo, el de él, al parecer es común, y acepta la muerte de su bebé con entereza. El concepto del film reside en que esta mujer traumada considera la naturaleza como "la Iglesia de Satán", algo malvado y cruel. Y si la naturaleza es mala, mala será su matriz, su útero, y por ende lo femenino.
Y es que como el orondo y ególatra señor Von Trier resulta que es también un virtuoso del cinematógrafo y una persona extremadamente inteligente (y consecuentemente desequilibrada, como todo genio) ha sucedido el milagro o el atisbo de magia que consiste en hacer no una película redonda, porque no lo es, pero sí una obra equipada de moralidad ambigua y bien calzada con botas de tacos de madera dispuesta a sacudir una patada en los huevos a aquel que se atreva no a verla, que eso es muy fácil, sino a pensar en ella.
Y ojo, que no la considero la cinta más transgresora del danés, por mucho que se haya hablado sobre ello, si acaso la cinta que plantea el tema más espinoso para ciertos sectores del público, que podrán tacharla de misógina y lo harán.
Desde luego, es la más bella de su director, y una de las cintas mejor fotografiadas que haya visto en mi vida. El prólogo en sí mismo es una pequeña obra maestra que forja el equilibrio perfecto entre narración, tono, color, música, ambientación y presentación formal.
El caso es que Lars, como no quiere a sus personajes, hace con ellos lo que le sale de la claqueta, y si a eso le añadimos que suele trabajar con algunos de los actores más valientes y entregados del panorama mundial, la mezcla acaba pariendo monstruosidades indeciblemente hermosas, dolorosas y sinceras como esta.
¿Y qué es esto? pues definitivamente es una de las inmersiones más profundas que se hayan practicado jamás en busca del origen de la maldad humana. Y esa maldad, genética y filosóficamente, nace de la madre, como todo ser vivo, como todo en este mundo que pueda circunscribirse a la naturaleza.
Poco tiempo después de la muerte de su hijo, el marido (¿cuántas personas mencionarían a Dafoe entre los tres mejores actores vivos?) se convierte en el terapeuta de su mujer sin que nadie se lo pida, llevándosela a su casita del bosque para que esta pueda afrontar sus miedos, derivados de un cuadro de duelo patológico. Su duelo, el de él, al parecer es común, y acepta la muerte de su bebé con entereza. El concepto del film reside en que esta mujer traumada considera la naturaleza como "la Iglesia de Satán", algo malvado y cruel. Y si la naturaleza es mala, mala será su matriz, su útero, y por ende lo femenino.
El cuerpo femenino no lo rige la mujer, lo gobierna la naturaleza, y la naturaleza utiliza olores y colores para ser fecunda. En la mujer, ese arma de doble filo es su cuerpo y su propio sexo. Por eso, parece que después de la muerte de su hijito, le da miedo la naturaleza y se llega a odiar a sí misma. Durante gran parte del film se nos hace creer que es ella la que teme a la naturaleza, pero finalmente comprenderemos que es la naturaleza la que la repele a ella, quizá por haberse revelado.
Spoilers:
De hecho (como sabremos justo en el momento en que todo se llene de sangre) desde aquel verano, que sería el último de su bebé, ella comenzó a mutilar a los animales (a los tres mendigos) y a cambiar los zapatitos de pie a su niño. Y todo ello para modificar la naturaleza, para crear un limbo antinatural y combatir (o entregarse a) esa crudeza, esa violencia inherente al bosque. Quizá como rito satánico, para convencerse a sí misma de sus propias creencias, alimentadas por poco recomendables lecturas, como prueba irrefutable de que cualquier tesis pudiera ser defendida argumentadamente y, por supuesto, llevada a cabo.
Para cuando él lo descubre, todo se precipita en una ola de gore más o menos explícito que desemboca en el peor de los hallazgos. "Una mujer, cuando llora, está tramando algo", dice la impresionante - y extrañamente bella entre las feas - Charlotte Gainsbourg. Ella permitió la muerte de su hijo, ella utilizó a su marido para darse muerte a ella misma, ella acabó teniendo toda la razón, a pesar de que su marido no la considerara tan lista como él y tachara su tesis de simplista.
Al final, el marido se convierte en asesino y descubre que los síntomas de ansiedad que él mismo diagnosticó son, por el contrario, los síntomas de la furia asesina. Él le pedía a ella que se dejara invadir por el verde, que pasara a formar parte de la naturaleza, porque él mismo lo era. Y la naturaleza, al fin, acaba siendo tan cruel como ella vaticinó. Acaba siendo la única asesina real, pues muestra la supervivencia como asesinato. Porque los cuadros "normales" de tristeza no existen: es una infamia el hecho comprobado de que un padre pueda superar la muerte de un hijo. En un momento dado, ella dice que se quiere morir también, pero él no le deja... ¿acaso existe algo más práctico, realista, doloroso y cruel que este acto de impedir la muerte? La paradoja reside en que, si todos aceptamos este anverso cruel y malvado de la naturaleza a la que esta propia acción se supedita, ¿por qué nos parece tan demoníaco lo antinatural?
En el epílogo, todas las mujeres maltratadas por aquellos que las consideraban brujas, salen al encuentro del monte, liberadas por el salvador encarnado en Dafoe. Una vez más, el hombre es libre de buscar nuevas hembras, de perpetuar la vida. Mientras, el bosque se llena de brazos y de piel, no se distingue entre naturaleza humana y naturaleza verde. Por fin entendemos que el mal es mal tanto aquí adentro como allá afuera.
Spoilers:
De hecho (como sabremos justo en el momento en que todo se llene de sangre) desde aquel verano, que sería el último de su bebé, ella comenzó a mutilar a los animales (a los tres mendigos) y a cambiar los zapatitos de pie a su niño. Y todo ello para modificar la naturaleza, para crear un limbo antinatural y combatir (o entregarse a) esa crudeza, esa violencia inherente al bosque. Quizá como rito satánico, para convencerse a sí misma de sus propias creencias, alimentadas por poco recomendables lecturas, como prueba irrefutable de que cualquier tesis pudiera ser defendida argumentadamente y, por supuesto, llevada a cabo.
Para cuando él lo descubre, todo se precipita en una ola de gore más o menos explícito que desemboca en el peor de los hallazgos. "Una mujer, cuando llora, está tramando algo", dice la impresionante - y extrañamente bella entre las feas - Charlotte Gainsbourg. Ella permitió la muerte de su hijo, ella utilizó a su marido para darse muerte a ella misma, ella acabó teniendo toda la razón, a pesar de que su marido no la considerara tan lista como él y tachara su tesis de simplista.
Al final, el marido se convierte en asesino y descubre que los síntomas de ansiedad que él mismo diagnosticó son, por el contrario, los síntomas de la furia asesina. Él le pedía a ella que se dejara invadir por el verde, que pasara a formar parte de la naturaleza, porque él mismo lo era. Y la naturaleza, al fin, acaba siendo tan cruel como ella vaticinó. Acaba siendo la única asesina real, pues muestra la supervivencia como asesinato. Porque los cuadros "normales" de tristeza no existen: es una infamia el hecho comprobado de que un padre pueda superar la muerte de un hijo. En un momento dado, ella dice que se quiere morir también, pero él no le deja... ¿acaso existe algo más práctico, realista, doloroso y cruel que este acto de impedir la muerte? La paradoja reside en que, si todos aceptamos este anverso cruel y malvado de la naturaleza a la que esta propia acción se supedita, ¿por qué nos parece tan demoníaco lo antinatural?
En el epílogo, todas las mujeres maltratadas por aquellos que las consideraban brujas, salen al encuentro del monte, liberadas por el salvador encarnado en Dafoe. Una vez más, el hombre es libre de buscar nuevas hembras, de perpetuar la vida. Mientras, el bosque se llena de brazos y de piel, no se distingue entre naturaleza humana y naturaleza verde. Por fin entendemos que el mal es mal tanto aquí adentro como allá afuera.
"Y ojo, que no la considero la cinta más transgresora del danés"
ResponderEliminar¿Y cual es si puede saberse? (no esta no la he visto y de buenas a primeras, tampoco me llama especialmente)
A mi Von Trier me hace pasarlo mal en sus películas xD o al menos en las que he visto
Breaking the Waves y Dancer in the Dark, por ejemplo, son mucho más transgresoras en el sentido estético y moral que Anticristo. Pero Anticristo es imperfectamente jodida de ver. Y una delicia, también.
ResponderEliminarBreaking the waves no la he visto, pero me la apunto. Dancer in the Dark la tengo en dividí... creo que ha sido la peli con la que más he sufrido de cuantas he visto. Es horrible.
ResponderEliminarAnticristo no me llama demasiado en principio (escepto por un par de imágenes que he visto y que son muy eh... "llamativas")
Si no ves Anticristo no te hablo más.
ResponderEliminarY Dancer in the Dark es una obra maestra sin discusión.
¡Hale!
Hombre, literalmente, nunca hemos hablado así que... XD
ResponderEliminarpd. Hoy por cierto he visto el dvd de annticrito en el corte inglés (en la zona de terror) y me he de ti.
Si la veo, o la veo sola, o en un momento en el que solo estemos mi madre y yo. Ella se comerá la cabeza, me la comerá a mi y las dos acabaremos con comidas de tarro. Pero mola ver las pelis así XD
Ah, pues es una peli muy bonita para ver con tu mamá. Justo entre medias de "Bambi" y "Sonrisas y lágrimas".
ResponderEliminarCréeme, este tipo de pelis solo las puedo ver con ella XD. O sola, claro XD
ResponderEliminarAbsolutamente demostrado.