sábado, 27 de julio de 2013

2:08

—¿Tú qué quieres ser en la vida?
—Yo quiero ser escritor, como tú...
—Eso no se puede "querer ser", subnormal.
—Pero es que a mí también me gusta escribir...
—Y a mí me gusta jugar al fútbol. Y la física teórica. Pero ni soy futbolista ni soy físico teórico.
—Pues haberte entrenado para serlo.
—Sí, claro. Einstein quería ser actor porno. Se equivocó de práctica.
—Ah, que hablas de talento...
—¿Talento? La única gente con talento es a la que se la pela no tener ni puta idea de cómo se juega a esto. Y, aún así, tiran para delante. El orgullo de cualquier padre.
—¿Y entonces tú por qué eres escritor?
—Tú, chaval, no te enteras de nada, ¿no?
—¿Pues por qué no lo dejas?
—¿Por qué no dejas tú de ser moreno?
—Siempre puedo ponerme mechas y aparentar que soy rubio.
—Disfrazarme: eso mismo hago yo cada día.

(Arruga la cara, se pega golpecitos en la barbilla, como meditando. Después abre la boca para hablar, pero se lo piensa mejor. Por último, reanuda su ataque)

—Siempre puedes escribir y ser comercial en una empresa, como hace Zutanito, el que ha vendido tres mil ejemplares en esa editorial, ¿cómo se llama...?
—Yo una vez hice galletas.
—¿Y?
—Que cualquiera puede hacer casi cualquier cosa.
—¿Y qué hay de malo en eso?
—Absolutamente nada. Es solo que no estamos hablando de lo mismo. Yo no te hablo de probar a hacer galletas una tarde de sábado. Yo te hablo de acostarte cada noche deseando que a la mañana siguiente puedas salir a la calle sin ese miedo a no vivir más que dentro de tu propia cabeza. Que puedas jugar a ese juego al que por cojones tienes que jugar, pero con las mismas cartas que los demás.
—¿Sabes cuál es tu problema? Que te crees demasiado especial...

(Sonrío, le hago un gesto obsceno que involucra a su lengua y mi entrepierna. Después me rindo. Es demasiado tonto. O demasiado listo. No lo sé, me duelen todas mis historias y son las tantas de la madrugada)

—¿Sabes qué? No me hagas caso. Deberías escribir una novela. Publicarla. Deberías ser escritor.
—Sí, eso haré.
—¿Tienes amigos en esto?
—Sí, mazo. ¿Por?
—No, por nada, por nada... Tú escribe.
—Sí, eso haré.

(A la mañana siguiente, el dinosaurio seguía allí)

2 comentarios :

  1. Y esto, señoras y señores, era lo que estaba soñando Basilio Figueroa cuando le despertaron.
    ;)

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