martes, 6 de marzo de 2012

Starship Troopers

Es esta una película filmada para mentes abiertas y cerebros ávidos de retos intelectuales que estén dispuestos a apreciarla en toda su grandeza, para espectadores con hambre que sepan ver todo el vasto campo de controversia y posibilidades interpretativas que nos ofrece, por encima —o gracias a— lo que pudiera parecer a simple vista, entre y a través de tanta sangre y acción.

Sin lugar a dudas, Verhoeven quiso transmitirnos un mensaje actual, peligroso y podríamos decir que moralmente dudoso, de la forma más brillante posible. Para ello fabricó una película comercial, de acción, apoyada en un efectista y directo mensaje principal (''el único bicho bueno es el bicho muerto''), monstruos aracniformes y brigadas espaciales, con gore esplícito, espectaculares efectos especiales (al menos para la época) y un estilo chabacano, inocente y forzadísimo. No obstante, el ingenio de este irregular pero genuino director quiso que todo fuera tal y como se nos muestra en pantalla, incluso nos lleva a pensar que contratara tan pésimos actores (Denisse Richards y Casper Van Diem) de forma deliberada para conseguir ese estilo único de folletín bélico, almas superficiales y amor de cartón.

A nivel temático da lugar a múltiples interpretaciones: desde el concepto de ciudadanía como individuo subyugado a los intereses de la sociedad, la diferenciación explícita de clases sociales (con privilegios y obligaciones intrínsecas a tales consideraciones), la propia sociedad reconvertida y estructurada de acuerdo a un régimen semi-fascista belicoso y con ansias de supremacía, ese ansia de conquista y la autoproclamación de amos y señores del universo (metáfora supraterrenal de ese sentimiento de superioridad infundado e ilegítimo que sin embargo reina hoy en día desde Occidente para con Oriente...) El hecho de pintar a los malos con forma de insectos, seres que aquí en la Tierra consideramos infinitamente inferiores a la raza humana (exquisita la escena en la que unos niños pisan bichos con gesto de ira apenas contenida, pagando con los débiles lo que no son capaces de arreglar con quienes realmente les hacen daño), no hace sino aumentar esa sensación de pisar terreno pantanoso cuando el hombre sale de su hábitat natural e intenta invadir lo que no le es propio: son las arañas gigantes las que inician la guerra contra la humanidad, como queriendo decir que ese sentimiento de supremacía es propio de todo ser vivo, que el sometimiento (el nazismo) quizá sea una cualidad innata de todos los seres de la existencia, y por extensión del hombre, que se considera insultado e intenta hacerlo suyo con más enfasis que ninguna otra criatura viviente. Y luego, una vez más, los seres humanos vuelven a pecar de autoconfianza y son aniquilados en su primera incursión a ese no tan lejano y amenazante planeta. Las lecturas son ricas y atractivas, pero es sin duda ese estilo cutre, de serie B, con relaciones interpersonales que se nos antojan de mentira (romances acaramelados e inocentoides, con demasiado almíbar, que sin embargo acaban brutalmente cercenados en medio de una vorágine de tripas y violencia) y que chocan estridentemente con el tono salvaje de las batallas que presenciamos, lo que nos impacta y hace que asimilemos de forma distinta el mensaje.

Cabe destacar además que los héroes de la película no sean estadounidenses, sino de Buenos Aires, capital de un país que no podemos considerar actualmente dentro de ese mal llamado ''primer mundo'', diferenciaciones que se extienden a lo largo de todo el film. Esto tal vez pudiera ser debido al afán malicioso del diretor por mostrarnos un futuro en el que se pone en evidencia un mundo completamente americanizado, con un espíritu común y adoptado, asimilado con la misma dócil parsimonia con la que en la actualidad parecemos estar asimilándolo (lo que no quiere decir que tal vez se tratara de una inversión del orden actual, lo que posiblemente fuera más inquietante debido a la ausencia de cambio ideológico: el poder, aun en manos distintas, lleva al hombre a cometer una y otra vez los mismos errores y excesos).

Exquisita, terriblemente ácida y, como digo, moralmente dudosa de manera intencionada: el final vuelve a reunir a los chicos que partieron a la guerra, otra vez juntos como si jamás se hubiera roto su estúpido vínculo infatil de amor y amistad. No parecen tristes ni asqueados por todo el horror vivido, sino que están alegres por haber asumido los cargos de importancia que ansiaban y haber cumplido su función como soldado, piloto y científico respectivamente. Han descubierto que esos malditos bichos son inteligentes, y explotan en una algarabía generalizada al verificar que uno de sus cerebros, ese que han capturado, se siente amenazado por ellos: al final, el hombre ha vuelto a ocupar su lugar como señor de todas las bestias del universo... inteligentes o no, aquí lo que cuenta es la apariencia.

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